ISLANDIA - Autor: Javier Ruiz



Islandia es una isla situada en el extremo noroeste de Europa, con una población cercana a los 350.000 habitantes y una superficie de 103.000 km². La ciudad más poblada es Reikiavik que tiene 120.000 habitantes.

Durante siglos, los bosques fueron muy explotados para obtener leña y madera. La plantación de nuevos bosques aumentó el número de árboles, aunque hoy en día, sólo existen unos pocos abedules en pequeñas zonas aisladas. Dicen los islandeses que la mejor manera de salir de un bosque, si te has perdido, simplemente es ponerte de pie.

Su fauna no es muy rica, destacando especialmente las aves, de las que se han contabilizado hasta 413 especies, pero de éstas un porcentaje muy importante corresponde a especies “raras y accidentales”. Por ejemplo el número de paseriformes habitual no llega a la docena.

Nada más aterrizar en Reikiavik y después de pasar por el hotel, salí a la calle para dar un paseo. En seguida vi cosas “raras”: en lugar de palomas en los cables de la luz había archibebes comunes

Me encaminé hacia el lago Tjörnin que está en la misma ciudad. Se han visto allí hasta 40 especies de aves, yo pude ver al porrón moñudo y al bastardo, el eider común, el ánsar común, la cerceta común, el cisne cantor


Abandoné Reikiavik y me dirigí hacia el lugar más emblemático de la historia islandesa: el Parque Nacional de Thingvellir, donde en torno al año 930 se fundó el primer parlamento del mundo. El terreno está lleno de fisuras producidas por la separación de las placas tectónicas de Norteamérica y Eurasia justo en este emplazamiento que, según tengo entendido, aparece en algunos capítulos de la serie “Juego de Tronos”, pero como no la he visto no lo puedo confirmar.


Pasé la tarde rodeando una de las pequeñas lagunas existentes, donde disfruté viendo patos havelda que nadaban tranquilamente y tuve un pequeño altercado con una pareja de ostreros que debían tener el nido cerca, porque uno de ellos me atacaba y después se hacía el inválido para alejarme de la zona.

No había muchas más aves, algún zorzal alirrojo y poco más, pero se me pasó el tiempo volando.


La siguiente parada fue en el área geotérmica de Geysir cercana al río Hvitá, donde se encuentra el géiser Strokkur, que entra en erupción cada 4 a 8 minutos, lanzando el agua a una altura promedio de 15 a 20 m, llegando a veces hasta los 40 m.

En esta zona se encuentra el Gran Géiser, pero tenemos pocas posibilidades de verlo en erupción. La última vez que lo hizo fue en el año 2000, tras un terremoto, llegando el chorro de agua a 122 m de altura.


Pasear por esta zona es toda una experiencia para los sentidos, el penetrante olor a azufre, las fumarolas, la ausencia total de vegetación, la extrema rugosidad de las formas y la variedad de colores, rojos, pardos, ocres, negros y naranjas. Es como si estuvieses en otro mundo.


Me acerqué a la cascada Godaffoss, todo un impresionante espectáculo y, paseando por la zona, tuve un inesperado encuentro con un lagópodo alpino que desgraciadamente para mí (lógicamente para él, dada la época del año) estaba en plumaje de verano ¡qué se le va a hacer!

Siguiente parada, Vík-í-Mýrdal, un pequeño pueblo situado en la costa sur, con menos de 300 habitantes pero que es un importante cruce de carreteras y el único lugar habitado en un radio de 70 km.

Aquí se encuentran los acantilados Reynisfjall  que se extienden a lo largo de una playa de arena negra. Sobre estos acantilados anidan multitud de frailecillos junto con otras aves marinas como charranes árticos, gaviotas argénteas y chorlitos dorados.


Una tarde me di un largo paseo hasta llegar a una zona de pequeños acantilados. Por el camino fui violentamente atacado por un falaropo picofino. Desde un banco colocado al efecto pude observar las evoluciones de las gaviotas sombrías y argénteas, el fulmar boreal y lo, que más me llamó la atención, varios nidos de págalo grande hechos en el suelo y sin ninguna protección.

De regreso hacia el alojamiento cambié de camino e intenté atajar atravesando un prado sin tener ni idea de que estaba lleno de nidos de charranes árticos;  de repente me vi rodeado de aves que se lanzaban sobre mí para defender sus nidadas. También me lanzaban otras sustancias (deposiciones, para ser fino, pero más exacto) para echarme de su zona. Y lo consiguieron. Cuando llegué al hotel tuve que ducharme vestido.


La siguiente etapa empezó con una visita a la laguna de Jökulsárlón, que está situada en el extremo sur del glaciar Vatnajökull, tiene una extensión de 18 km2 y su profundidad máxima alcanza los 200 m.

Una de sus características más llamativas es que se encuentra llena de icebergs que se desprenden de la lengua del glaciar Breiðamerkurjökull. Esto hace de Jökulsárlón probablemente el lugar del mundo en el que es más sencillo acceder a un iceberg.

Hice una excursión a bordo de un barquito por la laguna y pude contemplarlos desde muy cerca, lo que más llamó mi atención fue su intenso tono azul.


La presencia de charranes árticos era muy abundante y también pude ver algunas focas comunes tomando plácidamente el sol.

Cerca de la laguna se encuentra otra famosa catarata: Skógafoss, una de las más grande del país con 25 m de ancho y 60 de alto. Debido a la cantidad de espuma que produce constantemente la cascada, un arco iris simple o doble es normalmente visible en días soleados.

Lago Myvatn o “de las moscas enanas” fue otra de las paradas dentro de mi periplo islandés. Como hay gran cantidad de insectos se pueden ver diversas anátidas. Hice varias visitas y pude ver diferentes especies de porrones entre ellos el moñudo, el islándico (¡bimbo!) y el osculado. Pero la especie más abundante eran los silbones europeos.

Desde el lago me acerqué a la cascada de Dettifoss que tiene 100 m de ancho y una caída de 44 m, lo que hace de ella la catarata más caudalosa de Europa; a poca distancia se encuentra Selfoss que no es tan espectacular como la anterior pero tiene su encanto.


Y después de las cascadas pusimos rumbo a Húsavík,  ciudad costera del norte del país, ya en el Océano Ártico. El objetivo de esta parada era doble: por un lado ver aves y por el otro el avistamiento de cetáceos.

Para esto tuve que hacer sendos paseos en barco. A pesar de estar en el mes de julio el frío era muy intenso y gracias a que nos facilitaron ropa especial evitamos el empapamiento y la congelación.

Ya desde el embarcadero del puerto, pude ver un grupo enorme de fulmares boreales que estaban alimentándose allí; luego mar adentro, la cantidad de frailecillos volando en todas direcciones, era espectacular. También había importantes grupos de araos tanto comunes como aliblancos y la presencia alcas era destacable. En vuelo además de los fulmares, estaban los omnipresentes charranes árticos, y algunas gaviotas tridáctilas.


La salida a ver cetáceos también fue muy productiva: ballenas jorobadas, rorcuales aliblancos, algún delfín de hocico blanco y, como fin de fiesta ¡una ballena azul! ¡Qué bicho tan grande! algunos ejemplares pueden llegar hasta los 30 m; yo no sé lo que mediría éste, pero lo tenía tan cerca que no puede fotografiarlo entero por culpa del teleobjetivo que llevaba montado en la cámara.

Desde aquí al Reikiavik, el regreso estaba cerca, pero antes tuve tiempo de volver al lago Tjörnin y hacer un poco el guiri dándome un bañito en el “blue lagoon” una laguna geotermal muy popular y que se caracteriza por que el agua está de caliente a muy caliente. Si puedes aguantar, al final sales relajadito del todo.

Y luego al aeropuerto y vuelta a casa.

Javier Ruiz


Comentarios

  1. QUÉ AVENTURA MÁS INTERESANTE Y VAYA VIAJES QUE TE HAS PEGADO.
    ARTÍCULO MUY AMENO JAVIER. FELICIDADES !!!

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